Secuestro y muerte
No importan los nombres. Lo que importa es el impulso que convierte a un secuestro en un largo diálogo donde el condenado a muerte y sus jueces ensayan dos versiones de una historia.(Beatriz Sarlo)
Secuestro y muerte de Rafael Filipelli, que inauguró el BAFICI anoche, es una película extraña.
Creo que al principio esa extrañeza se debe a la voluntad del director, y de sus guionistas Beatriz Sarlo y Mariano Llinás, de novelar la historia, creando una especie de doble ficción. Los nombres no corresponden, el bigote de Aramburu tampoco, no se habla de Perón, ni siquiera de esa mujer. El recurso funciona ya que elimina la tendencia al tedioso control de calidad de toda obra inspirada en hechos históricos (nadie va a poder refutar que Arrostito tuviera un campo ya que justamente no es Arrostito) y permite que la película se concentre en lo que parece ser lo esencial para Filipelli, la exposición de ideas entre Aramburu y sus secuestradores.
Filipelli no subestima al espectador, no considera que se deba guiar su mirada con textos resaltados o bajadas de línea, esas calamidades casi obligadas del cine político. Eso si, parece buscar otro tipo de doble ficción: los jóvenes secuestradores, militantes políticos inflamados, no parecen estar viviendo un secuestro y preparando la inevitable muerte, sino más bien, como me dijo una amiga a la salida, estar representándola. Esa representación se siente tanto en los diálogos entre ellos, voluntariamente banales y desprovistos de carga política, como en los interrogatorios y proclamas realizados frente al secuestrado.
Algo hay en ese grupo que se mueve dentro de una derruída casa de campo que recuerda a los jóvenes conspiradores que leían a Sarmiento en Todos mienten, del amigo Matias Piñeiro (director que figura en los agradecimientos de Filipelli).
Pero las conspiraciones e intrigas amorosas de Piñero encontraban el tono que parece faltarle a Secuestro y muerte.
Recomiendo el corto institucional que el amigo Gastón Süden Solnicki realizó para el BAFICI. Lamentablemente no lo encontré en la página del festival, pero si alguien consigue el link participa automáticamente en el concurso 791 electrodomésticos patrocinado por Gath & Chaves, con un montón de premios seleccionados por pérez.
Secuestro y muerte de Rafael Filipelli, que inauguró el BAFICI anoche, es una película extraña.
Creo que al principio esa extrañeza se debe a la voluntad del director, y de sus guionistas Beatriz Sarlo y Mariano Llinás, de novelar la historia, creando una especie de doble ficción. Los nombres no corresponden, el bigote de Aramburu tampoco, no se habla de Perón, ni siquiera de esa mujer. El recurso funciona ya que elimina la tendencia al tedioso control de calidad de toda obra inspirada en hechos históricos (nadie va a poder refutar que Arrostito tuviera un campo ya que justamente no es Arrostito) y permite que la película se concentre en lo que parece ser lo esencial para Filipelli, la exposición de ideas entre Aramburu y sus secuestradores.
Filipelli no subestima al espectador, no considera que se deba guiar su mirada con textos resaltados o bajadas de línea, esas calamidades casi obligadas del cine político. Eso si, parece buscar otro tipo de doble ficción: los jóvenes secuestradores, militantes políticos inflamados, no parecen estar viviendo un secuestro y preparando la inevitable muerte, sino más bien, como me dijo una amiga a la salida, estar representándola. Esa representación se siente tanto en los diálogos entre ellos, voluntariamente banales y desprovistos de carga política, como en los interrogatorios y proclamas realizados frente al secuestrado.
Algo hay en ese grupo que se mueve dentro de una derruída casa de campo que recuerda a los jóvenes conspiradores que leían a Sarmiento en Todos mienten, del amigo Matias Piñeiro (director que figura en los agradecimientos de Filipelli).
Pero las conspiraciones e intrigas amorosas de Piñero encontraban el tono que parece faltarle a Secuestro y muerte.
Recomiendo el corto institucional que el amigo Gastón Süden Solnicki realizó para el BAFICI. Lamentablemente no lo encontré en la página del festival, pero si alguien consigue el link participa automáticamente en el concurso 791 electrodomésticos patrocinado por Gath & Chaves, con un montón de premios seleccionados por pérez.
4 Comments:
de hecho estaba acá indeciso entre la Batidora Yelmo y el Cuchillo Eléctrico Arno cuando me dí cuenta que se me había pasado la hora para ir a la inauguración del Bafici. Para mi alivio poco después me acordé que no me habían invitado
By perez, at 12:34 p. m.
No se puede estar eligiendo una batidora Yelmo y a la vez, tomar un daikiri con Hernán Lombardi.
El la vida es necesario elegir.
By rinconete, at 9:34 p. m.
Hola rinconete
escuché que en la charla entre Aramburu y sus secuestradores comparan los fusilamientos de 1956 con la inminente muerte del general , y es el propio Aramburu el que concluye equilibrando ambos episodios y - finalmente - justificando su propia ejecuciòn por esa lógica (digamos) revolucioaria.
¿Esto es así?
Se pone interesante si se atrevieron a dar ese paso, me parece.
saludos
By adivinador, at 7:42 p. m.
Adivinador
No recuerdo ese diálogo.
Aramburu se presenta como un antiguo jefe revolucionario (no el lider de una dictadura) que tuvo que tomar decisiones trágicas pero inevitables en pos del bien común, y que si bien lamenta el dolor que esas decisiones causaron, las volvería a tomar. Ve a sus secuestradores como jóvenes manipulados (en un primer momento sospecha del gobierno) o a lo sumo como fanáticos pero no creo que pensara su muerte en términos de equilibrio con el fusilamiento de Valle (es más, no considera que ese sea un tribunal legítimo).
Tampoco veo que el equilibrio sea el paradigma de los secuestradores, que consideran que están haciendo justicia (no venganza) por aquel crimen.
A diferencia del tono de Timote (el libro de Feinmann sobre el secuestro) no hay en la película, me parece, la menor empatía entre el general y sus captores (no se escucha, por ejemplo, el famoso ¨Proceda¨ que le habría dicho a Abal Medina).
Los captores son jóvenes iluminados (lo que el juego actoral tan teatralizado potencia) mientras que Aramburu es un viejo general con un pasado sin duda condenable pero que intenta nuevamente salvar a la Patria aunque esta vez a través de la política (acordando con todos los sectores, incluyendo al Gran Ausente).
By rinconete, at 11:52 a. m.
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