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1.10.07

Remedio para melancólicos


Hoy la Lugones cumple 40 años y el último Radar se dedica con fervor a soplar las velitas. Un montón de gente escribe sobre ese paraíso terrenal, entre ellos Alan Pauls, Rodrigo Fresán, Rep y el dueño de casa Luciano Monteagudo.

Siendo de la misma generación que varios de ellos me fue difícil no recordarme, aún con próstata y todavía sin aditamento capilar, boyando por el mismo circuito que menciona Rep, Lugones-Hebraica-cine Arte-Guerrín o yendo a ciegas, como escribe Pauls, confiando en la excitación que sin duda me generaría la programación (cualidad que representa para el amigo cinefrik el lujo máximo al que puede aspirar una sala) o simplemente el hecho de estar nuevamente ahí. Subir por el ascensor dorado, bajar por la escalera, colarse en el magnífico hall del primer piso, gozar con cada detalle del obsesivo y maravilloso Teatro San Martin y terminar tomando un café y hablando de la película, de su director o del revestimiento de madera de la sala.

Es difícil no quedar atrapado por la dulce melancolía que sobrevuela el suplemento y no focalizar en el recuerdo de Orson Welles, Visconti, Ozu o incluso Capra, pese a que la excelente programación de Luciano Monteagudo no termine con esos clásicos inatacables sino que incluya un cine más contemporáneo como el de Kitano, Alonso, Kaurismäki, Ishii o Mouret.

Esa percepción algo sesgada que solemos tener con la Lugones, en donde pareciera prevalecer el bronce clásico por sobre sus elecciones actuales, funciona también de manera más general con el cine de autor. Hoy en la Argentina ese término engloba más a Chabrol, Allen y todo el famoso sub-80 que el amigo perez suele denostar, que a directores como Albert Serra o Corneliu Porumboiu o cinematografías tan extraordinarias como la coreana, por ejemplo.

Pero más allá de esa impresión que más de uno encontrará exagerada o simplemente falsa, lo único realmente importante es que la Lugones es, retomando una imagen de Monteagudo, una de las formas simples de la felicidad.

4 Comments:

  • asi es estimado Rinconete, esos eran buenos tiempos. Todavia tengo mi credencial de la Hebraica y del cine club argentino de la calle Sarmiento que aun con tu edad avanzada no debes recordar. Pero no te olvides el cine Atalaya o el Gran Norte y las salas del micro cine donde a veces se veian pedazos dispersos de exelentes peliculas de las que nunca supe el nombre. Y para ciertos de entre nosotros recordemos tambien el cine Ariel, pero eso ya son palabras mayores.
    Felicidades a ti y sigan con tan buena programacion.

    PS: acaba de estrenarse el Apocalypse Now de la guerra de Algeria, he nombrado a L'ennemi intime de Florent Emilio Siri.

    By Anonymous Anónimo, at 12:01 p. m.  

  • de acuerdo, rinconete: la programación actual es todavía muy buena, y el trabajo que hace Mr. Monteagudo junto a las Embajadas (sin su aporte la programación más interesante de la lugones sería casi imposible)es muy valioso. Y tanto es así que la programación es el lujo de las salas, que el mismisimo Lucky Luciano aprueba, en haras de eso y al revés de lo que suele pregonar en notas y columnas varias, pasar en la Lugones películas en formato DVD ampliado (no recuerdo eso si que esto esté aclarado en las coberturas periodísticas, pero quizás me equivoco)

    By Blogger perez, at 1:32 p. m.  

  • Amigo depan depan depan:
    Del Gran Norte no me olvido sino que es él que se relega. Fue un supermercado, despues un negocio de venta de futones y ahora está definitivamente cerrado...
    ¿Cual era el cineclub de la calle Sarmiento?

    By Blogger rinconete, at 1:56 p. m.  

  • me encantó este homenaje... no vivo en Bs As, pero... cuánto cariño y gratitud por las viejas salas de cine club!

    By Anonymous Anónimo, at 5:34 p. m.  

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