Historias extraordinarias

El cine de Llinás es el fruto de una biblioteca. O más bien, de un autor: el director
leyó apasionadamente a Borges y a través de él conoció el placer de la ficción.
Borges inventaba libros con el único fin de poder reseñarlos mientras que Llinás
inventa realidades solamente para poder filmarlas.

Historias extraordinarias es una gran película que mezcla sin ningún tipo de respeto, relatos, documentales, biografías más o menos falsas, eventos inventados o fabulosos personajes como el arquitecto Salamone. Una voz en off nos va guiando en el laberinto de historias y personajes, adelantandose incluso a lo que sucederá.

Como en Balnearios o en Opus, una cierta melancolía irónica sobrevuela el relato, que hace surgir lo extraordinario entre el aparente tedio de las situaciones más banales. Detrás de una repisa llena de biblioratos viejos, en medio de una reunión de agrimensores o en un hotel de provincia. Desde la primer escena quedamos atrapados por el misterio enunciado que luego será ampliado por muchos más, desarrollados a lo largo de las 4 horas de duración.

El capítulo referido a la segunda guerra mundial, el más extraordinario, es paradójicamente el más débil aunque no logra atenuar el placer de ver una película de aventuras, generosa y desprovista del cinismo de la segunda lectura.

El cine de Llinás podría perfectamente suscribir al Decálogo del Perro. Lo
único que importa es filmar y contar una historia.

Y el resto es literatura, como decía Borges que decía Verlaine.