Payaso triste
Quizás como una expresión de deseo, se dice que los payasos, los capocómicos, los ricos y famosos, o cualquier otra persona que en público aparente la más mínima alegría, es infeliz y malintencionada en privado.
Nuestro corresponsal en Europa, Rinconeté, nos comentaba hoy vía teleconferencia que se estrenó en París, en los últimos días, la ganadora del último Bafici, "Aquel querido mes de agosto", y que a raíz de esto aparecieron divertidísimas entrevistas a su director, Miguel Gomes. Recordé entonces la mesa de la que participaron Gomes y su productor, durante el festival de Buenos Aires, que también había sido muy graciosa. Y entonces fué cuando vino a mi mente el mito del Payaso Triste, del cual esto sería la versión invertida: películas arduas hechas por gente divertida (nuestro amigo Albert Serra, amigo también de Gomes, sería el Papa de este Vaticano).
¿No sería una buena idea entonces, considerando el acuciante momento que vive la industria del cine, más especialmente la del cine de autor, y tomando como ejemplo a la hermana industria de la música y cómo ésta ha encontrado, ante el avance de la piratería, un respiro en los conciertos en vivo, que el cine de autor se filmara solamente para generar las hilarantes anécdotas que después sus directores, productores y actores contarían, una módica suma mediante, para más de los 2000 o 3000 espectadores que convocan las películas mismas?
Nuestro corresponsal en Europa, Rinconeté, nos comentaba hoy vía teleconferencia que se estrenó en París, en los últimos días, la ganadora del último Bafici, "Aquel querido mes de agosto", y que a raíz de esto aparecieron divertidísimas entrevistas a su director, Miguel Gomes. Recordé entonces la mesa de la que participaron Gomes y su productor, durante el festival de Buenos Aires, que también había sido muy graciosa. Y entonces fué cuando vino a mi mente el mito del Payaso Triste, del cual esto sería la versión invertida: películas arduas hechas por gente divertida (nuestro amigo Albert Serra, amigo también de Gomes, sería el Papa de este Vaticano).
¿No sería una buena idea entonces, considerando el acuciante momento que vive la industria del cine, más especialmente la del cine de autor, y tomando como ejemplo a la hermana industria de la música y cómo ésta ha encontrado, ante el avance de la piratería, un respiro en los conciertos en vivo, que el cine de autor se filmara solamente para generar las hilarantes anécdotas que después sus directores, productores y actores contarían, una módica suma mediante, para más de los 2000 o 3000 espectadores que convocan las películas mismas?