791blog

25.10.07

Una de aventuras



Fue una tarde de programa doble en el último Festival de Mar del Plata. En el clásico recinto del Auditorium (una sala de unas 1.000 localidades reservada para películas en Competencia) se presentaban Honor de Cavallería primero, y la argentina Ciudad en Celo después. La pareja era despareja desde cualquier punto de vista, pero pensándolo exclusivamente desde el ángulo de programación había una coincidencia: se trataba de dos películas controversiales. Honor de Cavallería paracía ser un material demasiado exigente para el público más bien conservador de la primera sección del festival marplatense. Ciudad en Celo, por su parte, paracía ser demasiado conservadora, incluso para ese público.

Asistimos junto con el jurado del Premio 791cine a la proyección de la primera, y suceció lo previsible. Honor de Cavallería, la revelación de Cannes del año pasado, "el Federer del circuito de festivales" según mi amigo y mentor M.A., fue objeto del más grosero abucheo y la burla de la mitad de la sala, y de la defensa encendida de la otra mitad durante casi sus 110 minutos de duración. La primera mitad del público se encargaría de regalarles risas y vitoreos a granel a Ciudad en Celo, algunos minutos después.

Honor de Cavallería es una película de aventuras. Bordea las aventuras del Quijote, pero pareciera que lo más importante es que la aventura de filmar esa película hace también de la experiencia del espectador una aventura. La de asomarse a un cine virgen, desconocido y, en el mejor de los casos, encontrar el tesoro.

22.10.07

Edmond


Fuertemente sacudidos por las reacciones adversas a nuestros comentarios, igualmente adversos, a Spartan la última película cómica de David Mamet, decidimos darle otra oportunidad al notable director.

Lamentablemente al buscar información sobre su próximo proyecto, leímos que trataba sobre un campeonato de Ultimate Fighting y quedamos algo consternados. Quisiera aclarar que si bien perez brilló en esa disciplina en el Club Atlético y Social Bella Vista, en donde todavía se lo recuerda como el Jean Claude Van Damme de Zona Oeste, acá en 791 el tema de las artes marciales no ha logrado escalar aún.

Edmond, la excelente película de Stuart Gordon nos permite distribuirlo, sino como director al menos como guionista. Esta historia de alienación, que relata el explosivo agobio de un hombre gris, es la reunión de tres glorias: el guionista David Mamet ya mencionado, Stuart Gordon el director de Re-Animator que llevó el género de terror clase B a la cima del arte y el fabuloso William H. Macy en su mejor papel desde Fargo.

En su reseña sobre Edmond, Horacio Bernades explica esta extraña unión entre un director de cine gore y un refinado dramaturgo newyorkino.

Aconsejo leer también la crítica publicada en otroscines.


Nota: Para evitar que fákiu se sulfure, esta película sale directo a video (lo cual no deja de ser extraño para un DVD).

18.10.07

docBsAs 07

El 16 de octubre fue la inauguración del festival de cine documental docBsAs 07, además de ser el cumpleaños de mi hermano Yonaco. El domingo anterior Radar dedicó algunas páginas al evento (al festival, no al cumpleaños de mi hermano Yonaco) destacando cuatro películas de la muestra. El artículo, firmado por Mariano Kairuz, arranca con una reseña elogiosa sobre Acaba de suceder (Austria, 2006) de la directora Anja Salomonowitz.

Nuestros más fervientes lectores recordarán sin duda que se trata de la misma película, Kurz davor ist es passiert, que recibiera en el Festival de Mar del Plata el ya legendario Premio 791cine a la Innovación Artística, que incluía entre otras cosas la distribución de la película ganadora.

La habitual displicencia sietenueveunezca, la falta de difusión del premio y la informalidad del medio cinematográfico hicieron que nos enteráramos de la exhibición de la película demasiado tarde como para poder incluir algún tipo de referencia al premio o a 791cine. Esperamos de cualquier manera que vayan en masa a verla y que nos cuenten sus impresiones.

Si son buenas, a nombre de 791cine en su conjunto y si son malas a nombre del amigo cinefrik, único miembro de 791 que formó parte del jurado de selección.

Para consultar la grilla de horarios pinchar aquí como dicen nuestros amigos españoles.

15.10.07

Tony, el hermano bobo.

Siempre me sentí atraído por los hermanos bobos (por afinidad, dirían mis hermanos). Hay algo que me seduce en esa desgracia que solo se hace visible en presencia del otro, el brillante, el profundo, el exitoso. A los hermanos bobos se les va la vida tratando de brillar con luz propia, pero tienen el magiclick mojado.

Tony es el hermano bobo de Ridley Scott. Como todo hermano bobo, ha logrado conseguir algunos trofeos que exhibe orgulloso arriba de la chimenea. True Romance, por ejemplo. Es una película fallida pero no es una mala película. No es un bochorno y eso en la larga carrera de Tony es algo suficientemente raro como para ser colocado arriba de la chimenea. O Top Gun, película insignificante que logró una segunda vida al ser rescatada por Tarantino como una historia de amor gay. Agregaría en esta corta lista The Hunger, con Catherine Deneuve, Bowie y la excelente Susan Sarandon haciendo de vampiros contemporáneos.

El resto de la filmografía de Tony Scott es una especie de aviso continuo de algún producto que no llegamos a detectar, saturado de una fotografía relamida que incluye todos los tics de su hermano exitoso. Tony nos agobia con cámaras lentas, persianas a contraluz, luces de neon y humo, mucho humo.

Ayer padecí Dejà Vu. Es sin duda, lo peor que vi desde Spartan de David Mamet (en las dos películas actúa Val Kilmer que según perez es una especie de sellito Ives que garantiza que una película sea mala). Dejà Vu es tan extraordinariamente mala que no deja de sorprender, aún conociendo el historial del director. Son tantos los recursos invertidos, tantos los buenos actores (desde el veterano Denzel Washington hasta el más reciente Adam Goldberg, el excelente novio hipocondríaco de Deux jours à Paris de Julie Delpy) tanta la pirotécnia consumida para lograr un resultado tan cercano al cero Kelvin, que aún el más cínico de los espectadores termina desconsolado.

El guión, escrito en arameo, trata de justificar una trama a la vez incomprensible y pueril, los actores hacen lo que pueden como DW tratando de mantener la seriedad mientras se coloca un casquito comprado en las Jugueterías Tio Mario que le permite ver el pasado o Val-me-tiré-la-heladera-encima-Kilmer explicando los vericuetos de un sistema incomprensible, mientras el director la pasa bomba con las cámaras colocadas en grúas y las explosiones a repetición.

Lo único que pide el espectador es que le presten un cachito la máquina del tiempo para volver al momento en que alquiló el DVD.

12.10.07

Una de conspiración

Lo confieso, me gustan las películas de conspiraciones.

Es un subgénero que me da tanta felicidad que puedo prescindir del condimento de la calidad. Gozo con excelentes películas como La conversación que el gran Coppola filmó entre dos obras maestras o la muy buena Los tres días del Condor de Pollack pero me gustan también películas más limitadas como La firma, del mismo Pollack, El informe Pelícano de Pakula o The insider, con el excelente Al Pacino, que podría aplaudir aún en una propaganda de detergente y el intenso Russell Crowe, que me raspa aún en una muy buena película.

Con el paradigma de la conspiración de lo que se trata es de aceptar la premisa de un mundo binario, en donde el Mal está concentrado en una sola institución (el Estado, en los ´70, las corporaciones en los ´90) y el Bien, en un solo personaje (un ser angelical o un turbio arrepentido, da igual). No es un ejercicio para gente sofisticada que requiera de un alto nivel de complejidad para sentirse viva.

Michael Clayton de Tony Gilroy batea en las mismas ligas que el excelente Los tres días del Cóndor. Es una película que se inspira en lo mejor del cine político de los ´70, con un guión de relojería y un grupo de actores impecables: George Clooney, por supuesto, pero también la inquietante Tilda Swinton o el amigo Pollack (también coproductor), una especie de bonus track de ese mismo cine de los ´70.

Es una pequeña fábrica de entusiasmo, para retomar el concepto del amigo Batlle.

8.10.07

La Licuadora Finlandesa


Hace algo así como 5 años, en una de mis primeras experiencias con la distribución de cine, colaboré en el estreno de la película Tigrero diseñando su afiche. La película la estrenaba un pequeñísimo pero famoso distribuidor local junto con los entonces para mí desconocidos Haciendo Cine, estaba dirigida por Mika Kaurismaki y había sido parte de un ciclo que la revista había organizado en el Village Recoleta, integramente dedicado a la obra de Mika y su hermano Aki.

Una de las copias quedó en Buenos Aires (a sabiendas o no de la Embajada de Finlandia, eso nunca lo sabremos) y la película se estrenó, también, en el Recoleta.

Tigrero, finalmente, era un documental dirigido por un finlandés con Sam Fuller como entrevistado y Jim Jarmusch como entrevistador, en el medio de la selva amazónica, sobre el rodaje de una película (también llamada Tigrero) con John Wayne y Ava Gardner que nunca llegó a filmarse. El cocktail era hipnótico, realmente, aunque poco y nada más se vió después por aquí de Mika, quien en algún momento decidió (probablemente no para bienes de su carrera como realizador) mudarse a Brazil a hacer documentales sobre aborígenes, música negra y otros exotismos. El que sí volvió fué Aki, señalado por la Crítica Especializada en Hermanos Directores (los Coen, los Farrelly, los Sofovich) cómo el más talentoso de los Kaurismaki Bros..

Después de El Hombre sin Pasado, estrenada aquí hace unos 3 años, y cerrando su Trilogía de los Perdedores, se estrenó hace dos semanas Luces al Atardecer, una bella y melancólica pequeña película sobre un perdedor finlandés donde Aki arma su propio cocktail, una película donde un montón de influencias y citas de otros lados vienen para ser parte de un mundo donde cada cosa puede pertenecer sólo a él. La fotografía, los diálogos, los actores, la música, todo parece hecho para Luces del Atardecer, una de esas películas que se estrenan casi de milagro porque alguien le abrió la puerta a Chabrol y esta se coló por detrás, sin que nadie la viera.

Ahora que está entre nosotros esperemos que sí, que alguien la vea.

5.10.07

Inocencia salvaje

Ayer estrenamos Inocencia salvaje de Philippe Garrel, director francés casi confidencial.

Garrel es el hermanito menor de la Nouvelle Vague francesa y fue alguna vez uno de los protegidos de Godard. Desde que empezó a filmar, a mediados de los ´60, su obra fue transformándose desde sus inicios más cercanos a su mentor, pasando por una etapa lisérgica junto a la cantante Nico del Velvet Underground, su ex pareja, hasta una narrativa más clásica como en el caso de Inocencia salvaje.

La película describe la búsqueda casi desesperada de Francois, joven director de culto y alter ego de Garrel, por encontrar financiación para su próximo film así como sus encomiables intenciones y la desencantada ironía de su éxito final. La fotografía en blanco y negro a cargo de Raoul Coutard, un viejo lobo de mar de la Nouvelle Vague, es magnífica. Los actores son muy buenos, en particular Michel Subor que con su personaje de traficante-productor logra generar en el espectador la misma extraña mezcla de fascinación y miedo que pareciera sentir Francois.

Ya que no tengo abuela para que lo destaque orgullosamente, quisiera agregar que es la primera vez que se estrena un film de Garrel en el circuito comercial en la Argentina (en la Lugones se pudo ver El nacimiento del amor y la aclamada Los amantes regulares).

Es además como La noche americana de Truffaut o Living in Oblivion de Tom DiCillo, una película en la película, género que me produce una felicidad especial.

Por último recomiendo como siempre leer la crítica de Luciano Monteagudo en Página 12.

1.10.07

Remedio para melancólicos


Hoy la Lugones cumple 40 años y el último Radar se dedica con fervor a soplar las velitas. Un montón de gente escribe sobre ese paraíso terrenal, entre ellos Alan Pauls, Rodrigo Fresán, Rep y el dueño de casa Luciano Monteagudo.

Siendo de la misma generación que varios de ellos me fue difícil no recordarme, aún con próstata y todavía sin aditamento capilar, boyando por el mismo circuito que menciona Rep, Lugones-Hebraica-cine Arte-Guerrín o yendo a ciegas, como escribe Pauls, confiando en la excitación que sin duda me generaría la programación (cualidad que representa para el amigo cinefrik el lujo máximo al que puede aspirar una sala) o simplemente el hecho de estar nuevamente ahí. Subir por el ascensor dorado, bajar por la escalera, colarse en el magnífico hall del primer piso, gozar con cada detalle del obsesivo y maravilloso Teatro San Martin y terminar tomando un café y hablando de la película, de su director o del revestimiento de madera de la sala.

Es difícil no quedar atrapado por la dulce melancolía que sobrevuela el suplemento y no focalizar en el recuerdo de Orson Welles, Visconti, Ozu o incluso Capra, pese a que la excelente programación de Luciano Monteagudo no termine con esos clásicos inatacables sino que incluya un cine más contemporáneo como el de Kitano, Alonso, Kaurismäki, Ishii o Mouret.

Esa percepción algo sesgada que solemos tener con la Lugones, en donde pareciera prevalecer el bronce clásico por sobre sus elecciones actuales, funciona también de manera más general con el cine de autor. Hoy en la Argentina ese término engloba más a Chabrol, Allen y todo el famoso sub-80 que el amigo perez suele denostar, que a directores como Albert Serra o Corneliu Porumboiu o cinematografías tan extraordinarias como la coreana, por ejemplo.

Pero más allá de esa impresión que más de uno encontrará exagerada o simplemente falsa, lo único realmente importante es que la Lugones es, retomando una imagen de Monteagudo, una de las formas simples de la felicidad.