Ayer finalizó en la Alianza Francesa el ciclo
El Independiente, organizado por nuestros amigos de
HC. Allí vimos, en una función privada exclusiva para 791 y unos 200 colados más,
Amorosa Soledad, opera prima de Martín Carranza y Victoria Galardi.
El cine nacional suele batallar entre la densidad del mercurio y la del telgopor. Padecemos obras profundas que nos agobian con urgencias, certezas, denuncias y toda clase de calamidades y películas livianas de encefalograma chato, con refritos televisivos y una creatividad que no supera el nivel de los textos impresos en los sobrecitos de azúcar.
Lejos de estas dos maldiciones, Carranza y Galardi han logrado una muy buena comedia romántica (cine de
género, como dirían los críticos). Inés Efrón, la Soledad en cuestión, liberada de la densidad sofocante que se le imponía en
XXY, brilla y lleva con gracia su personaje lunar. Éste bordea la línea amarilla sin cruzarla, evitando el resaltado de la extravagancia de pacotilla al estilo de
Mi novia Polly.
El resto del elenco la acompaña bien, en particular Fabián Vena, el gran pitufo de
Labios de Churrasco. En sus treinta segundos estelares, Ricardo Darín logró el milagro de brillar con luz propia, encantar nuevamente a mi mujer y generar una gran empatía con su otra vez hija Efrón. En lo que respecta a Nicolás Pauls, es realmente muy lindo y casi no aparece, dos ventajas que se potencian.
Hay algunas coincidencias con otras comedias también producidas por
Rizoma, aunque
Amorosa Soledad no parece buscar a toda costa el costado cómico ni la empatía con el público, aunque la encuentra, sino que prefiere transitar un camino probablemente más sutil.
Recomiendo además la banda musical, en particular la versión de
Karma Chameleon de Loli Molina.