Entomología paisana
Sabed ahora que Dios me ha derribado,
Y me ha envuelto en su red.
(Job 19:6)
Un hombre serio, el último y extraño film de los hermanos Coen (aunque decir que un film de los hermanos Coen es extraño, es un pleonasmo) retrata su propia adolescencia en Minnesota. El recuerdo por supuesto no tiene mucho de autobiográfico, como irónicamente lo aclaran los dos hermanos (¨Fargo también transcurría en Minnesota y puedo asegurar que en los alrededores de casa nunca vimos a nadie triturando a algún vecino dentro de una mezcladora de cemento¨), sino que continúa desarrollando el Manual de Entomología Humana iniciado con la maravillosa Simplemente Sangre.
Los hermanos Coen parecen querer mostrarnos a sus personajes-insectos a través del vidrio de un hormiguero. Si bien no suelen demostrar una gran empatía con ellos, hay en este caso una cierta ternura (una suerte de Amarcord judío, como escribe el amigo Monteagudo) pero que aparece detrás del gran asombro que sirve como motor de la trama y que no busca explicaciones (raras veces las hay en sus películas) sino que se concentra en las preguntas.
Como lo hacen los rabinos a los que recurre nuestro agobiado hombre serio Larry Gopnik, el excelente Michael Stuhlbarg (una especie de reencarnación de Harold Lloyd), que repiten una y otra vez que Hashem siempre tiene sus razones. No importa si Gopnik, a quien la vida parece castigar tan injustamente como a Job, como él tampoco tenga la menor idea de las razones de esas divinas razones.
La estructura de la película, en capítulos y con una oscura fábula inicial, no hace nada por interpretar o siquiera aclarar a Hashem. Al contrario, y eso es sin duda lo más atractivo, logra transmitir al espectador el mismo desconcierto que padece Gopnik.
Ningún judío fue lastimado durante la producción de esta película, aclaran los títulos finales. Luego de verla, es posible dudarlo.
Publicado por Rinconete