Hace un tiempo escribimos sobre
paridas locales y paridas francesas, dos patologías cinematográficas que se contraponen. Una, la local, busca educar al espectador mientras que la francesa elige el prestigio de lo impenetrable.
Nuestros amigos de la revista de cine fílmico
El Amante se quejaron amargamente por considerarse discriminados por aquella nota. Manifestaron que si bien no son específicamente franceses ni tampoco directores, la noción de
parida francesa debería ampliarse a algunos críticos, empezando por ellos mismos. Afirmaron con vehemencia que el
prestigio de lo impenetrable ha sido el objetivo permanente de la redacción.
Nosotros, algo sorprendidos, tratamos de calmarlos explicando que si bien era cierto que su revista es algo esotérica, conocíamos a más de un lector (incluso a dos) que habían comprendido párrafos enteros de varias notas publicadas.
La respuesta no se hizo esperar. Uno de los redactores nos aclaró, casi a los gritos, que eso no sucedería más. Que la redacción había instaurado un nuevo sistema de castigos, desde el piquete de ojos hasta el puente chino, destinado a desalentar a aquellos periodistas que, como Leonardo D’Espósito por ejemplo, insistían en eso de la escritura legible.
Es más, aclaró otro redactor que parecía haber visto la Luz,
a partir del año que viene nuestra revista se publicará en arameo.Frente a nuestras dudas persistentes, nos mostraron una serie de artículos del último número, como prueba irrefutable de la nueva línea editorial, aún más oscura. La crítica de Marcos Vieytes a
Lo que sé de Lola de Javier Rebollo, film que vamos a estrenar a fin de mes, nos impactó:
¨...En vista de eso, casi podríamos decir que lo abyecto en cine es equivalente a lo estatuario, a la vida congelada de las imágenes para mayor fama del director que se regodea en la exhibición de planos preconcebidos al milímetro y personajes cuya miseria esencial consiste en carecer de lógica autónoma alguna y estar arbitrariamente destinados al gesto afectado de solemnidad dictado desde afuera de la película por un tipo obsesionado por parecer original...¨Sin ser completamente críptico, el texto nos pareció realmente solemne y genuinamente autorreferente. Los felicitamos sinceramente, pero sentimos que la situación se nos escapaba de las manos. Las súplicas por incluirlos dentro de la exclusiva familia de la
parida francesa se transformaban poco a poco en amenazas explícitas. Fue perez que, con su habitual ingenio aprendido en las calles de Bella Vista, logró salvar la situación.
Aprovechando un momento de calma, preguntó como al pasar si una revista de cine debía ser editada en papel o en celuloide. Inmediatamente el grupo de visitantes se separó en dos subgrupos irreconciliables, luego en cuatro y finalmente en varios más. Algunos sostenían que el formato legítimo era el papel, otros el celuloide, algunos estaban a favor, otros en contra, varios todo lo contrario. Alguien argumentó que si el idioma era el arameo, deberían publicar en formato papiro.
Un poco azorados, nos escabullimos sin hacer ruido.